lunes, 23 de mayo de 2011

HIROKAZU KORE-EDA

 Su nombre aparece con frecuencia entre los palmarés de los festivales (acumula una veintena de premios), y se repite entre las listas que seleccionan el mejor cine año tras año. Sin embargo, hubo un tiempo en que Hirokazu Kore-eda (Tokyo, 6 de junio de 1962)  se veía  más inmerso en una carrera como novelista que como director de cine.

Durante sus años universitarios, sus esfuerzos fueron en esa dirección, pero al mismo tiempo su interés por la televisión y, sobre todo, por el cine, creció progresivamente: Kore-eda comenzó a frecuentar con asiduidad las salas de cine y, al finalizar su grado, optaría por dar el salto a la producción televisiva. Fue a finales de los 80 cuando entraría a formar parte de la TV Man Union, productora para la que trabajaría como asistente de producción de varios documentales. Disconforme con el papel que allí ejercía, Kore-eda comenzó a trabajar a espaldas de la compañía en un proyecto en el que filmaba a los alumnos de un aula de enseñanza elemental. En 1991, y por mediación de Fuji Television, Mou hitotsu no kyouiku - Ina shogakhou haru gumi no kiroku se convirtió, junto a Shikashi - Fukushi kirisute no jidainni, un documental sobre la seguridad social, en su debut tras la cámara. Su tercera producción, también documental, fue Kare no inai hachigatsu ga (1994), que se desmarcaba de sus antecesoras con una mayor consciencia de la cámara, del punto de vista del cineasta que diluía la “separación objetiva” entre el que filma y el que es filmado: «creo que la idea de que puedes eliminar tu subjetividad y alcanzar una suerte de objetividad o imparcialidad es un mito, una fantasía», diría en una entrevista.

Pese a que Kore-eda volvería al documental en Without memory (1996), en el que la memoria ya era tema capital que se confirmaría en su filmografía, en 1995 firmaba su primera obra de ficción, Maboroshi no hikari. Basada en la novela de Teru Miyamoto (única adaptación de Kore-eda hasta Air doll), narra la historia de Yumiko (Makiko Esumi), una joven mujer que enviuda después de que su marido se suicide sin motivo aparente; sola y con un hijo, Yumiko contrae matrimonio de nuevo y se traslada a un pequeño pueblo pescador de Osaka. En esta primera ficción, introducía la pérdida como elemento omnipresente, turbador de un relato esencialmente minimalista como luego se daría, por ejemplo, en Still walking (2008). Maboroshi no hikari hizo rápidamente de Kore-eda un predilecto del circuito de festivales, tras ganar el premio Osella en la Mostra de Venecia, entre otros galardones.

La premisa de After life (1998), su siguiente película, resultaba harto estimulante: la de proponer un limbo de la memoria en el que 18 personas que han pasado a mejor vida deben elegir, con la ayuda de 3 consejeros, un recuerdo de su vida para filmarlo y entregarlo a la eternidad. En palabras del director, «trata sobre el descubrimiento de que el yo no es únicamente algo interno». La película, que se alzó con el premio FIPRESCI del Festival de San Sebastián de ese año, ya contaba con la presencia de Arata, actor que repetiría colaboración con Kore-eda en varios títulos, también en Air doll.

A After life la siguió Distance (2001), más próxima a las coordenadas de Maboroshi no hikari: tres años después de una masacre perpetrada por una secta apocalíptica, los familiares de los asesinos se reúnen, como cada año, para conmemorar su muerte en la casa en la que estos vivieron antes del atentado; allí conocen a un joven que perteneció al grupo, pero que desertó en el último momento. “Distance” abrió al realizador las puertas del Festival de Cannes, certamen en el que participó en la Sección Oficial.

Pero es con Nadie Sabe (2004) que Hirokazu Kore-eda encuentra extraordinarios reconocimiento y respuesta crítica. El crítico Jordi Costa la definía como «un brutal relato de supervivencia contado a vista de niño»; un niño que era abandonado por su madre, quedando a cargo de sus hermanastros (tres, y de padres distintos) en un piso sin gas, sin agua y con el alquiler pendiente de pago. La presencia de la cinta en Sección Oficial de Cannes confirmaba al cineasta como favorito del certamen. Por su parte, Hana (2006) suponía un cambio de registro que ofrecía una historia coral ambientada en la era Genroku (1688-1704), lejos del Japón contemporáneo que domina su trayectoria fílmica. En ese contexto, un joven samurai llega a Edo (antiguamente, Tokyo) con la intención de vengar a su padre, pero pronto entabla relaciones, en la vivienda humilde en la que se hospeda, que le hacen preguntarse acerca del sentido de esa venganza.

La sencillez de Still Walking (el relato de una reunión familiar a lo largo de un día de triste aniversario) contrasta con la profundidad de su verdad emocional: sus personajes proyectan afectos o rencores en medio de la contemplativa preparación de una vieja receta; expresan, en silencio y con una mirada, sentimientos que flotan con densidad inusitada en una estampa familiar tras otra. No hay nada en Still walking que no emane autenticidad y/o emoción reposada, y por tanto no es extraña la unanimidad favorable que destacó al filme como uno de los grandes títulos de 2008.

En Air Doll (2009), su última película la muñeca, Nozomi –magníficamente interpretada por la coreana Bae Doona- adquiere vida y se hace consciente de la soledad urbana, el envejecimiento y otros aspectos agridulces de la existencia.
El tono de la historia, pese a la belleza con que está filmada, dista mucho de lo complaciente y ayuda a reflexionar sobre muchos aspectos. Lo bonito convive con lo brutal y lo romántico con lo más crudamente sexual, mientras que la utilización de lo fantástico sirve para que la realidad nos parezca más real. La película establece, además, un interesante análisis de género, al relacionar la soledad de algunos de los personajes masculinos con la perversión y con la búsqueda de sustitutivos que no piensen ni sientan, que solamente obedezcan. Nozomi se convierte, así, en una especie de mártir desde el momento en que toma conciencia de que sólo es un objeto producto de la fantasía de los hombres y diseñado para satisfacer su deseo.


 Para su última película I wish, que se estrenará en Japón en junio, el maestro japonés recupera el protagonismo infantil, hecho que inevitablemente nos evoca a Nadie Sabe. La cinta esta protagonizada por un dúo cómico infantil, el dueto Maeda Maeda, Koki Maeda, de 12 años y su hermano Oshiro, de 10, que han trabajado en el mundo televisivo tanto en doramas como en programas de variedades.
La história giraría alrededor de los dos niños, hijos de una pareja divorciada. Separados, cada uno de ellos vive con uno de sus progenitores, uno con su madre en la ciudad de Fukuoka y otro con el padre en Kagoshima. Su sueño es unir de nuevo a sus padres, y con la noticia de la apertura de la linea de tren que uniría ambas ciudades hacen caso del rumor que dice que, cuando los primeros trenes se crucen, ocurrirá un milagro. Así, comienzan a maquinar un plan para unir de nuevo a sus padres.

Kore-Eda, al parecer un gran amante del mundo de los trenes, quería realizar una película coincidiendo con la apertura de de la linea Kyūshū Shinkansen, que une las ciudades de Fukuoka y Kagoshima. Inspirado tras conocer al dúo infantil en una audición creó, con ellos en mente como protagonistas, el guión del film.
El reparto adulto es de lujo, con Nene Otsuka (Bashing) y Jo Odagiri (Dream) en los papeles de la pareja de padres, Yui Natsukawa (Hana), Hiroshi Abe (Still Walking), Masami Nagasawa (Go Find a Psychic!) y los veteranos Kirin Kiki y Isao Hashizume.


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